martes, 1 de junio de 2010

-¡No! Por favor, no te vayas. –era imposible, esa voz… No podía ser, así que acto seguido me di la vuelta. No podía ser, era imposible, era él… -Por favor, quédate conmigo, te quiero, te necesito a mi lado, por favor, no me dejes solo. –continuó, sentí como las lágrimas volvían de nuevo a mi rostro y empapaban mi cara como si eso ya fuera normal… Solté las maletas, las dejé caer al suelo, quise huir, quise salir corriendo, pero algo me decía que no. Me quedé parada, inmóvil, como si algo me retuviera. Se fue acercando a mí, no me alejé. –sentí su aliento sobre mis labios, los contemplé un rato largo, me besó. Aquel beso fue el más intenso que había sentido en mi vida, no pude alejarme de él, ya no solo porque era más fuerte que yo, si no porque mi voluntad se quedó reducida a polvo y en ese momento me consumí.



1.


-Quédate conmigo para siempre. –de repente, me desperté. Esas palabras se quedaron grabadas en mi mente, no lograba verle la cara… Pero su voz, me había enamorado de su voz, o al menos, en sueños. Llevaba soñando con esa voz desde hacía unas semanas, no sabía ni el qué ni quien era… Y hoy, algo recorría mi mente: -Quédate conmigo.
-Para siempre. –susurré.

Hoy era el primer día de clase… Otra vez, otra vez volver al internado después de unas largas vacaciones… Tenía ganas, no lo negaba. Pero, otra vez volver a ese sitio, a ese repugnante lugar en el cual nada es lo que parece… Volver a sentirme como un bicho raro… Había luchado con todas mis fuerzas para huir de ese lugar, pero no, no podía hacerlo; y, aunque necesitase una prueba, una cosa para demostrarme que ese lugar era para locos; nunca me creerían y no serviría de nada…
Me puse en pie, me levanté de la cama; aunque aún quedaban unas horas para que el bus viniera a recogerme e irme de mi casa durante mucho tiempo; demasiado… Miré con añoranza mi habitación. La contemplé, me quedé mirando la cama, deshecha; hoy sentía que sería la última vez que la vería como hoy… Contemplé la estantería; miles de libros la llenaban… Los miré con añoranza, como si fueran a desaparecer… Abrí el armario; vacío, excepto por el uniforme, que aún estaba ahí… Toda la ropa ya estaba en la maleta. Cogí el uniforme, una falda por encima de las rodillas, rayas negras la ceñían en un estampado verde esmeralda; hermosa, demasiado hermosa para una niña como… yo. Y la camiseta, esa camiseta de manga corta; también verde esmeralda, con un escudo negro en la parte del pecho en el cual ponía: Sol de Medianoche. Y una chaqueta de manga larga; negra, perfecta.
Me vestí, y aunque parecía increíble, me quedaba bien… No exactamente perfecta, pero sí lo suficiente para sentirme a gusto. Me miré en el espejo, una y otra vez, me parecía imposible que esa chica que se reflejaba en el espejo era yo… Volví a mirarme por última vez, me hice una sonrisa corta y me fui al baño para peinarme. Observé fijamente mi pelo, ese pelo rubio que recorría toda mi espalda… Lo peiné con delicadeza, como si fuera muy importante para mí… Observé mis ondulaciones; cogí una goma del pelo y me retiré el flequillo, haciéndome una coleta de la parte superior del pelo… Dejando que una ondulación del flequillo recorriera mi cara. Cogí mi neceser para poner el cepillo de dientes, el espejo, unas cuantas pinzas de pelo y gomas y el peine. Una vez dentro del neceser, lo metí en la maleta. Bajé las escaleras y me fui hacia la cocina… No tenía mucha hambre, pensar que tenía que volver a Sol de Medianoche me quitaba el apetito… Pero, tenía que comer algo, así que cogí una rebanada de pan y le puse un poco de jamón. Me la comí sin gana; al terminar, volví de nuevo al baño para lavarme los dientes y bajé de nuevo al comedor, quería contemplarlo por última vez… Pero, vi a mi madre, estaba llorando, mirando el álbum de fotos de cuándo yo era pequeña… Me acerqué a ella con sigilo y le di un abrazo.
-No llores –le susurré quitándole el pelo de la oreja. -. Sé que me voy dentro de unas horas y no me volverás a ver hasta vacaciones… Pero, aprenderé muchas cosas; lo prometo.
Hizo una sonrisa corta, esas sonrisas que se saben que no son de verdad.
-Sé que aprenderás muchas cosas… Pero, te voy ha echar de menos, estarás tan lejos, sé que ya debería de estar acostumbrada de verte ir a ese internado… Pero aún así mis lágrimas recorren mi rostro… Estoy bien y aunque digas que ese internado es de “locos” averiguarás que hay algo que tiene sentido ahí adentro que cmpartes cosas en común con más gente aunque no lo creas…
Hablaba como si supiera lo que vivía, como si hubiera algo de verdad que tenía en común con esa gente.
-Lo sé, pero… Es tan difícil, tan raro pensar eso… Pero, aunque cueste, me acostumbraré, porqué sé que puedo con ellos. –dije, sabía que mentía, sabía que en realidad eso no pasaría… Pero, debía de pensar en positivo o al menos para animar a mi madre. Así que le demostré una sonrisa, de esas que parecen de verdad aunque no lo son; y la abracé, la abracé como si fuera lo último que me quedará…
Vi a alguien bajar los escalones, era Phill, el novio de mi madre… Mis padres estaban separados, mi padre vivía al norte de Inglaterra, en una casa alejada de la ciudad y con pocos vecinos. En Escocia, un lugar hermoso. En cambio, mi madre, Phill y yo vivíamos en Londres, un lugar demasiado habitado, que solo veía en vacaciones… Porqué en Sol de Medianoche, todo era distinto, todo era bosque, hermoso también, pero estaba claro que no era un lugar diseñado para mí.
Me levanté del sofá y fui a abrazar a Phill. Phill y yo habíamos congeniado muy bien estos últimos años… Le había cogido mucho cariño, era perfecto, muchas veces entendía porqué mi madre estaba enamorada de él, porqué aunque no sabía como, siempre entendía las cosas, aunque fuera lo más raro del mundo, se paraba a escuchar y te miraba como si le importase de verdad, y después, te daba su opinión. De verdad, era perfecto…
-Te echaré mucho de menos Blanca. –dijo, una lágrima recorría mi rostro. Tal vez era porqué, alejarme de ellos y volver a ese lugar me ponía mal… Pero me la sequé rápidamente para que no se dieran cuenta… Ahora no podía dar marcha atrás, y si este año volvía era porqué quería afrontar mis problemas; y, a pesar de todo, también había hecho amigos.
-Yo también. –dije separándome de él delicadamente. Le miré a los ojos, esos ojos azules que alumbraban cualquier cosa… Le hice una sonrisa amplia y fuimos caminando hacia mi madre. La contemplé con cariño, y le di un beso, la abracé muy fuerte, como si fuera el último día para verle… Aunque para mí eso era cierto, porqué estar tres meses en Sol de Medianoche, era como estar dos años seguidos, sin vacaciones, sin poder ver la luz del sol autentica… Pero; también era divertido pasear por la plaza del pueblo e ir al bosque. Mientras nadie se enterara…
Subí las escaleras, hice la cama con añoranza, sentí como unas cuantas lágrimas recorrían de nuevo mi rostro, no me las quité, dejé que llorara… Me tumbé en la cama y abrí una libreta que tenía desde el curso pasado… Estaba llena de frases, frases de amor, de desamor, de pena, de soledad… De todo tipo, me encantaba escribir frases… Pero nadie del internado lo sabía, era un secreto que guardaba y pensaba guardarlo… Miré la última frase, la leí:
Como decir… Como comenzar… ¿Alguna vez has sentido que todo es diferente? ¿Qué no encajas en este lugar? ¿Y qué por mucho que lo intentes no encuentras escapatoria? Yo sí, he sentido el rechazo de la gente, las lágrimas recorriendo mi rostro por creer que estaba loca; por creer que ellos tenían razón… He sentido la soledad en mi cuerpo, he sentido estar loca… Pero… ¿alguna vez no pensaste que puede que los locos sean ellos y no tú? Yo sí, lo he pensado, pero me he reído de mí… Ellos tan perfectos, y yo… yo tan simple y tan miserable. He creído salir de esa sensación… Pero cuando lo consigo, siempre hay algo o alguien me hace volver a recordar esa sensación de soledad… Y aunque miles de lágrimas recorran mi ser, nadie me las secará.
Al terminar de leerlo, me di cuenta de nuevo esa sensación, pero… Sabía que no estaba sola… Jane me prometió que volvería, ella era quien me comprendía, simplemente, porqué yo sabía como se sentía, a pesar de tener miedo a decir lo que sentía, a no confiar con la gente… Lo había hecho conmigo, había sido capaz de contármelo… Pensó que me reiría de ella. Pero no, no lo hice, simplemente; porqué ella pasaba lo mismo que yo.
Aunque fuera verdad lo que sentía, no le quise dar importancia… Esta vez no, esta vez no dejaría que el miedo me poseyera y me consumiera como hizo antes. Esta vez sería capaz de afrontar los miedos y volver a ese lugar… Volver a esa sensación y decir: -¡No! -. Así que me levanté de la cama, me sequé las lágrimas y cogí la maleta y la puse en pie. Me dirigí hacia la mesilla de noche y cogí el móvil, me lo metí en el bolsillo y cogí el asa de la maleta. Miré de nuevo mi habitación; y antes de que me volvieran a caer las lágrimas, cerré la puerta y bajé las escaleras. Phill y mi madre estaban cogidos de la mano, mi madre tenía su cabeza apoyada en su hombro. Las lágrimas le caían, pero Phill se las secaba… Eran tan… perfectos y yo tan… simple. Suspiré para mi misma y les di un abrazo, el abrazo fuerte de cada año…
Phill se separó de nosotras y se fue hacia la puerta. Mi madre y yo nos quedamos abrazándonos… Pero, un claxon sonó desde fuera. Era el autobús, así que me separé de ella, Phill abrió la puerta, y salí, miré hacia atrás, estaban ahí, esperando a que me fuera, mi madre lloraba… Pero, no volví a mirar hacia atrás, porqué eso me hacía recordar que no quería ir a ese sitio… Así que, me puse enfrente de la puerta del bus, el conductor las abrió de par en par. Le miré a los ojos, le hice una sonrisa corta, y me adentré al interior. Mucha gente perfecta estaba en el interior, pocos eran como… yo. Pero solo me limité a buscar a Jane, la encontré, estaba leyendo… Como no, metida en los libros, en las historias… Me paré en frente suya, me miró, entonces, se separó del libro. Hizo una sonrisa enorme, y retiró su maleta mi asiento. Me senté y la abracé.
-Te he echado de menos. –me dijo. Escuchar eso me hacía feliz… Recordaba que eso era una de las cosas que sabía que valía la pena estar ahí.

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