domingo, 6 de junio de 2010

2º Parte!

2.

Mientras Jane leía, yo saqué mi libreta. Todos estaban distraídos hablando con la gente, así que me supuse que nadie le daría importancia a lo que tenía escrito… Nadie, excepto Lucas, y justamente, se encontraba detrás de mi asiento. Me di cuenta cuando su dichosa irrespetuosidad hacia los demás; soplándome en el pelo. Lucas era un chico robusto, el típico chico de Sol de Medianoche en el cual todas las chicas se enamoraban de él, lo extraño era que no congeniaba con nadie… Solo existía él y su inmadurez, él no era como ellos, no iba con ellos, solo se creía superior a los demás como ellos, pero aún así, nunca iba con nadie, siempre estaba solo o con Jack, su mejor amigo, o eso parecía… Tenía el pelo de color ocre, y unos ojos, unos ojos azules hermosos… Cómo no, el típico chico perfecto; en el cual yo no encontraba nada especial en él.
-Lucas… Sé que no tienes nada más que hacer –suspire. -. Pero… ¿No podrías de parar de hacer el gilipollas por una vez? –le espeté.
-Que humores tienes a buena mañana. –dijo con esa risita tonta, esa risita que a las típicas de Sol de Medianoche les volvía locas… a todas, excepto a mí.
-Ya veo que no has cambiado en todo este tiempo. Que sigues siendo el mismo imbécil del año pasado… Te voy a decir una cosa que nadie se ha atrevido a decir, si todas las chicas te van detrás, no es por como eres, no es por como les caes… Es porqué dejas en evidencia a la gente que no es como vosotros, a la gente que antes era feliz, antes de llegar a este internado y que todos vosotros les dejarais creer cosas que no eran… Les metisteis miedo y no les dejasteis ser lo que eran… Te voy a decir una cosa, si a ti te hace gracia hacer eso, hazlo. No te lo voy a impedir; pero, piensa en un instante como te sentirías… Piensa en como te sientes al estar rechazado, al no entender porqué son así contigo si tú a ellos no les has hecho nada… Solo, prénsalo, y dime que te parece… -era imposible, ¡le había dicho lo que pensaba! Había sido capaz de decirle lo que me había callado todo este tiempo, sin importarme lo que dijera… Quizá si que iba a aprender nuevas cosas.
Lucas me miró atónito, como si no se creyera lo que le había dicho… Y la verdad, no le culpo, yo tampoco lo creía… Pero, en vez de decirme sus típicas bromitas, se calló y se separó de mi asiento; miró por la ventana y evitó mi mirada… Era imposible, le había hecho callar… Jane me miró asombrada.
-¿¡Cómo lo has hecho!? –me preguntó demasiado intrigada, le hubiera respondido, pero no tenía ni idea de cómo lo había hecho…
-Pues… La verdad… No lo sé –le miré de reojo entre el hueco de sillón y sillón. Seguía ahí, mirando el cielo desde la ventana, pero me miró de reojo hasta que nuestras miradas se encontraron, me hizo una sonrisa corta, pero parecía auténtica, parecía esa sonrisa sincera de la que alguien debería enamorarse, de ese tipo de sonrisa, no de aquélla que le hacía imbécil… Intenté girarle la cara, pero no pude… Me lo quedé mirando hasta que Jane me distrajo.
-Parece increíble, le has dicho lo que siempre me decías, lo que creías que nunca serías capaz de decir… Lo has hecho. –dijo muy contenta y orgullosa de mí. La verdad, yo también debería estarlo, pero, volví a mirar entre el hueco, buscando su mirada… No la encontré, hasta que de repente, sus ojos revoloteando por el cielo; se dieron cuenta que le miraba y me miró. Era imposible, vi el miedo, el temor en sus ojos, ese temor que solía recorrer en mi ser y no en el suyo… Vi todo aquello que me hacía recordar a mí. Intentó evitarme, pero no le dejé, yo le seguí mirando. Me volvió a mirar, hizo una sonrisa tímida para si mismo, se encogió de hombros y suspiró. Le desvié la mirada y observé a Jane.

Llegamos a Sol de Medianoche en dos horas y media exactamente, hoy no tendríamos clase, solamente nos instalaríamos y conoceríamos un poco el internado…
Jane seguía asombrada sobre lo de Lucas, pero yo, yo estaba extraña, tenía miedo, un miedo interno que no entendía el porqué de él si le había dicho al fin lo que pensaba… Lucas parecía arrepentido, pero eso era imposible, simplemente porqué él era el primero que se metía en las cosas ajenas, el primero que molestaba cuando veía a un compañero como nosotros… Y si había estado así en el autobús, sería porqué no tendría palabras, solo las tenía que buscar…
Me despedí de Jane y cogí el papel que me dio la Sra. Margaret; la directora. En ese papel ponía el número de habitación y la compañera de cuarto… Alice, Alice Morrison. Me la imaginé con el pelo moreno, largo, recogido en un moño, con una sonrisa espectacular, un cuerpo demasiado perfecto… La típica chica de Sol de Medianoche. –Suspiré sabiendo que iba a conocerla…-
Me paré en frente la puerta, la doscientos cincuenta y ocho; miré mi papelito para ver si me equivocaba... No, era ésta, la doscientos cincuenta y ocho. Toqué para averiguar si había alguien, y en efecto, Alice Morrison ya estaba dentro. Entré con cuidado, intentando no hacer mucho ruido, Alice estaba de espaldas a mí, tumbada en la cama leyendo un libro.
-¡Hola! –dijo con una sonrisa de oreja a oreja… Pues no, Alice era guapa, delgada y esbelta… Pero no, no era la típica perfecta que se creía que todo giraba a su alrededor… Era hermosa, pero no lo suficiente para ellos. Me la quedé mirando, tenía el pelo moreno, recogido; pero no en un moño, sino en una coleta baja en el cual recorría el hombro y llegaba a la cama. Un pelo lo suficiente largo. Una sonrisa magnífica, una sonrisa de las de verdad… Pero, antes de quedarme embobada frente a su hermosura, me incorporé y le saludé con la mano tímidamente.
-Hola. –dije finalmente. Me acerqué a la cama de al lado y me senté, suspiré de alivio, alivio darme cuenta que compartía el cuarto con alguien normal.
-Encantada, soy Alice Morrison… Aunque creo que ya lo sabes. –dijo tímidamente… Para ella yo era la típica chica de Sol de Medianoche, la típica pija, que solo se preocupaba de su aspecto y de gustar a los chicos… Normal, yo había acostumbrado a vestirme y a peinarme como ellos aunque en realidad nunca lo sería; o eso creían.
-¿Éste es tu primer año? –pregunté con una sonrisa, intentando que se acomodara…
Asintió tímidamente.
-Sí… El tuyo no ¿verdad? –dijo en un suspiro. Supongo que pensaba que iba a ser una repelente.
-Cierto, éste es mi segundo año… Pero tranquila, yo no soy como ellos, y aunque lo parezca… Es porqué me he acostumbrado a vivir con ellos, y a saber pensar como ellos… Pero nunca lo hago, porqué simplemente, ellos no me gustan. –me sinceré. Era imposible, nunca le decía a nadie lo que pensaba… a no ser que le tuviera la suficiente confianza… Pero, no sé, Alice me la daba…
Sonrió de nuevo.
-Uff –dijo aliviada-. Me alegra saberlo, pensaba que iba a compartir cuarto con una de ellos como tú dices. –dijo acomodándose; como yo quería.
-No es por nada, pero… Yo también lo creía. Pero, creo que a ti te acogerán muy bien, eres… perfecta, eres lo que ellos buscan. Una sonrisa hermosa, un pelo largo, bien cuidado, y una forma… como decirlo. –me paré a pensar.
-Perfecta –continuó ella-. Sí, es verdad que me parezco, pero no lo negaremos, tú también lo pareces y parece ser que no eres como ellos –dijo con una gran sinceridad. -. Y si te digo la verdad, creo que ellos son mucho más perfectos que yo, o eso se creen… Porqué, solo ha bastado verles en el bus para identificar quien es nuevo y quien no… Y la verdad, tú no pareces nueva, pero si eres de corazón sincero como los nuevos. –dijo muy aliviada. Escuchar eso me alegró mucho el día, a pesar de lo que le había dicho a Lucas, era verdad. Me estaba volviendo como ellos, ya sabía contestarles… Pero eso no significaba ser como ellos, significaba asumir ser rechazado y afrontarles a tu manera.
-Eres muy lista, y te das cuenta de las cosas muy fácilmente. –dije con una sonrisa. Me la devolvió. De repente, alguien tocó la puerta, la abrió sin pedir permiso, era Elizabeth, la irresistible y perfecta Elizabeth. Era la chica más popular de Sol de Medianoche, o al menos una de la más popular… Se creía perfecta y majestuosa solo por gustarle a cuatro pringaos que en realidad eran de los perfectos.
-Oh, ya veo que hay dos imperfectas en la habitación doscientos cincuenta y ocho. –dijo con una risita tonta que daban ganas de quitarla a hostias.
-¿Es tu amiga? –preguntó Alice asombrada. La miré asombrada ¿cómo iba a ser Elizabeth mi amiga?
-Alice, creo que antes te he mencionado que yo no soy como ellos… No, no me ajunto con ellos. Es Elizabeth, la conozco del año pasado y la verdad, no sé que hace aquí.
-Quería conocer a Alice, me han dicho que es muy guapa y la verdad, no mienten… Deberías ajuntarte con nosotros y no con ella… Te lo advierto, simplemente porqué es muy… vulgar.
Quise estrangularla, pero contuve mis ganas y me tumbé en la cama. No quería oír como una chica tan buena la atrapaban en su mundo…
-Lo siento, pero… Creo que sé escoger mis amigos por mí misma, y Blanca me gusta como amiga. Pero gracias por la oferta… La tendré en cuenta. –dijo dándole la espalda. Era imposible, una alumna normal había rechazado la oferta de ser como ellos. Eso era… raro, y sobretodo, extraño, extraño escuchar que yo le gustaba como amiga… La miré atónita, pero ella seguía dándole la espalda, esperando a que se fuera… Pero conocía perfectamente a Elizabeth y si algo odiaba era que le dieran la espalda…
-Ja –rió-. No importa que lo tengas en cuenta… Esta oportunidad es única… Si no la aceptas allá tú, pero luego no vengas diciendo que somos perfectos, como todos dicen. –y acto seguido, cerró la puerta de un portazo. Me quedé mirando a Alice, como si lo que hubiera hecho fuera conmemorable.
-Vale, he averiguado que eres muy lista. Has sabido rechazar la oferta de Elizabeth, eres muy astuta la verdad, eres lo que ellos buscan. –dije.
-Pero ellos no son lo que yo busco… Y la verdad, yo busco gente sencilla, loca, que le encanta vivir la vida y que no se oculta mentira a mentira, que no se cree perfecta, que es lo que es y lo asume, la gente que es lo que es y no lo que quieren que sea.
Alice era muy lista, demasiado… Era espectacular.
-En unos instantes creía que ibas a aceptar su oferta. –dije.
-Yo también, pero antes de dejar que me consumiera su voz y sus palabras, he pensado en como me siento, y en lo que he pensado todo el camino… Y no, no pienso que sea lo que ellos quieren que sea.
Hubo un gran silencio, nos miramos sin saber que decir así que pensé preguntarle algo…
-¿Conoces a alguien aparte de a mí y a la impresentable de Elizabeth? –pregunté cortando ese silencio…
-No –dijo-. Pero da igual, ya me acostumbraré a estar sola, supongo que para eso estoy aquí… Para estar sola. –dijo en un suspiro de pena.
-Vente conmigo si quieres. –le ofrecí con una de las sonrisas más tiernas que tenía…
-Gracias, pero a lo mejor molesto. –dijo.
-No, puedes venirte si quieres… Tenlo claro, pero ahora voy a dar una vuelta y voy a ir sola ¿vale? Ya nos vemos luego. Adiós. –me levanté y me dirigí a la puerta.
-Adiós.
Cerré la puerta, miré a mi alrededor, había poca gente, la mayoría eran los nuevos, irían a investigar sobre Sol de Medianoche… Reconocí a muchos del año pasado, pero a la mitad ni les miré… Eran demasiado perfectos para mí.
Me fui hacia el bosque, buscando un lugar donde encontrar paz… El año pasado iba mucho a un sitio alejado de Sol de Medianoche, nadie lo sabía, ya que si los profesores se enteraban de que me alejaba tanto, me prohibirían salir… Pero me daba igual, necesitaba ese lugar, ese sitio para poder escribir, poder recordar el pasado; aunque no gustase. Necesitaba salir de ese lugar, de ese mundo que no era creado para mí… y aunque estuviera con Alice o Jane, con esa gente que piensa como tú, sentía que seguía estando atrapada ahí dentro, como si todo nos escuchase. Sol de Medianoche era un internado muy oscuro, era una construcción gótica del siglo XVII. Pero por muy grande que fuera, era siniestra y daba miedo… Sobre todo esas gárgolas al lado de tu habitación.
Me recorrí el bosque hasta llegar a mi lugar, pero, había alguien. No podía ser cierto, ese lugar era imposible de encontrar… o al menos para la gente de Sol de Medianoche, era un lugar demasiado bonito, demasiado alegre para esa gente tan seca. No le reconocí, estaba de espaldas hacia mí y no podía averiguar quien era, solo supe que era un chico… Di un paso, pero mi pie topó con una rama y casi me caí. Pero no se inmutó, se dio la vuelta sigilosamente. Era imposible, era Lucas, estaba ahí, llorando. Era imposible, Lucas nunca lloraba.
-¿Lucas, eres tú? –pregunté tontamente. Pues claro que era él…-. Bueno, mejor no respondas a esa pregunta estúpida.
Se rió entre dientes.
-Te preguntarás que hago aquí ¿verdad?
Asentí con miedo, miedo a que se metiera conmigo, miedo a volver a sentir ese miedo… Miedo a todo.
-Pues… Yo sabía que tú venías por aquí, te vi unas cuantas veces… Y me supuse que volverías, mira. Blanca, sé que he sido un cabrón contigo, sé que nunca he sido bueno… Pero, tú has sido la única en mostrarme la verdad a través de tus ojos he sentido el miedo que sentía yo… He sentido lo que sentía… Yo nunca he pertenecido a Sol de Medianoche, nunca he encajado aquí dentro… Pero, mi fuerza, y mi inmadurez me hacía creer que no estaba solo… Yo nunca he querido ser como ellos, y nunca lo he sido, verás yo… Ni siquiera sé porqué te cuento esto… Sé que no te importa, pero… necesito que alguien me escuche, que alguien sepa como me he sentido… Pero, no sé porqué intento contártelo a ti, nunca he sido bueno contigo, no tendrías porqué serlo tú conmigo. –dijo levantándose lentamente del tronco en el que estaba sentado.
-No –le impedí-. Cuéntamelo. Por favor.
-Yo nunca he sido bueno contigo ¿porqué tú sí?
-Porqué a diferencia que tú, yo sé escuchar a la gente, yo sé lo que se pasa, sé lo que es el miedo, la soledad, sé como es sentirse rechazado y pensar que estas solo en un montón de completos idiotas… Y que, al fin y al cabo, acabas pensando que el idiota eres tú.
-Blanca yo… No sé como decirte, como comenzar… Me encantaría contártelo todo… Pero no puedo –le miré extrañada- no es que no pueda… Es que, es muy difícil de explicar. Yo, lo siento, de verdad, y aunque no me creas; te lo demostraré.
-Lucas, yo… No es que no te quiera creer… Pero es que es…
-Difícil. –continuó. Asentí con la cabeza.
-Lo siento. –esa fue mi última palabra, le miré a los ojos, me hizo una sonrisa corta; pero sincera. Se fue sin decir nada. Me senté dónde estaba sentado, me quedé contemplando el lago.
Me dio pena… Pero no, no le creía, era imposible que solo unas palabras le hubieran hecho sentir mal… Él era perfecto para hacer sentir mal a la gente… Era el mejor para culpar a los demás, y justamente, eso es lo que quería hacer conmigo, pero esta vez no iba a caer en su juego.
Miré el lago, el hermoso lago que rodeaba el bosque al lado de Sol de Medianoche. Miré mi reloj atentamente. Eran las cuatro, mierda, se me había olvidado que a las tres era la hora de la comida… Pero, ya era tarde, así que me tumbé en la hierva y miré el cielo, miré las nubes; su forma… Miré los pájaros piando… Todo era tan hermoso, me parecía imposible estar ahí, volver a estar en un sitio tan raro y con gente tan perfecta… Pero, me pregunté:
-¿De verdad me está mintiendo? –sacudí mi cabeza al pensar de nuevo eso. -¡NO!, ¡NO! –pensé, eso era imposible… Así que me quité ese pensamiento de la cabeza y me puse en pie. Pero, me sentí extraña, como si tuviera un nudo en el estomago que no me dejaba respirar… Me eché hacia atrás de golpe, algo me asfixiaba, no me dejaba respirar. Sentí dolor por todo el cuerpo, como si algo se me metiera y me poseyera… Y en unos instantes, sentí que todo se volvía en un vacío negro. Intenté mirar algo, pero solo veía algo borroso que se movía, mis ojos se iban cerrando poco a poco; no logré ver nada.
-¡Blanca! ¡Blanca! ¡Por favor, contesta! –alguien me estaba zarandeando de un lado a otro, me sentía mareada, pero, cuando abrí los ojos, le vi, era Lucas. Imposible, Lucas nunca se hubiera parado a ayudarme… Y si lo había hecho, era para algún día recordármelo y reírse de mí…
-Lucas, ya está, estate quieto que me mares. –dije moviéndome de un lado a otro.
-Lo siento. Es que te he visto ahí tirada y me he preocupado… -dijo. Me entró la risa.
-¿Tú? ¿Preocupándote por mí? Creo que algo falla. –dije sinceramente… Su mirada la evitó de la mía y se puso en pie.
-Veo que sigues sin creerme… Bueno, ya no me necesitas, será mejor que me vaya. –me ayudó a levantarme, y se fue; sí, se fue.
No me lo podía creer, Lucas había cambiado de verdad, o eso parecía. Me di cuenta por esa mirada, esos ojos, esa mirada triste y sincera; llena de pena. Me sentí mal… Yo no quería herirle, sabía que él lo había hecho, pero yo no quería ser como él… Pero, ya no podía hacer nada, y la verdad, era difícil que le creyera… Así que me dirigí hacia Sol de Medianoche; estaba un poco mareada, pero me dio igual.
Llegué al cabo de un buen rato, todo estaba deshabitado… No quería ir a la habitación, no sabía porqué, pero me dirigí escaleras arriba. Quise investigar algo, así que, subí las escaleras. Llegué a unos pasadizos muy grandes; demasiado. Vi unas cuantas habitaciones, pero todas estaban cerradas con llave; todas, excepto una. Entré, todo estaba cubierto de telarañas, polvo y trastos viejos… Pero, había luz, la luz alumbraba la habitación, que poco a poco desaparecía por la apuesta de sol. La observé desde la ventana; era hermosa. El cielo estaba anaranjado con rosa, unas nubes blancas lo ceñían… Vi el sol esconderse entre las montañas a lo lejos, la luz se fue apagando poco a poco… Pero, aún así, el sitio me gustó. Vi unas cuantas mantas tiradas por el suelo, y una llave encima de ellas… Me dirigí a la puerta, la cerré e introduce la llave. Sí, era la llave de esa puerta. La cerré y sacudí las mantas, las extendí y me tumbé encima suya; no estaban sucias a pesar del aspecto de la habitación. Miré de nuevo la ventana, vi la apuesta de sol y saqué el cuaderno.

-Perfecto, todo perfecto, un mundo enorme, lleno de perfectas personas y yo… Sobro, yo no pinto nada aquí, siento como si algo o alguien me vigilara. Estoy cambiando, me vuelvo madura, pero a la vez tengo miedo de hacerlo. Sé que estoy diferente, mi cuerpo no me responde, tengo hambre, sed… Todo es tan… raro, mi mundo se ha consumido y solo puedo decirle adiós… Y ahora mismo, mi mundo desaparece y yo; me quedo en un mundo de perfectos, tirada en el suelo, transparente, ya que nadie me ve. –escribí en el cuaderno.

martes, 1 de junio de 2010

-¡No! Por favor, no te vayas. –era imposible, esa voz… No podía ser, así que acto seguido me di la vuelta. No podía ser, era imposible, era él… -Por favor, quédate conmigo, te quiero, te necesito a mi lado, por favor, no me dejes solo. –continuó, sentí como las lágrimas volvían de nuevo a mi rostro y empapaban mi cara como si eso ya fuera normal… Solté las maletas, las dejé caer al suelo, quise huir, quise salir corriendo, pero algo me decía que no. Me quedé parada, inmóvil, como si algo me retuviera. Se fue acercando a mí, no me alejé. –sentí su aliento sobre mis labios, los contemplé un rato largo, me besó. Aquel beso fue el más intenso que había sentido en mi vida, no pude alejarme de él, ya no solo porque era más fuerte que yo, si no porque mi voluntad se quedó reducida a polvo y en ese momento me consumí.



1.


-Quédate conmigo para siempre. –de repente, me desperté. Esas palabras se quedaron grabadas en mi mente, no lograba verle la cara… Pero su voz, me había enamorado de su voz, o al menos, en sueños. Llevaba soñando con esa voz desde hacía unas semanas, no sabía ni el qué ni quien era… Y hoy, algo recorría mi mente: -Quédate conmigo.
-Para siempre. –susurré.

Hoy era el primer día de clase… Otra vez, otra vez volver al internado después de unas largas vacaciones… Tenía ganas, no lo negaba. Pero, otra vez volver a ese sitio, a ese repugnante lugar en el cual nada es lo que parece… Volver a sentirme como un bicho raro… Había luchado con todas mis fuerzas para huir de ese lugar, pero no, no podía hacerlo; y, aunque necesitase una prueba, una cosa para demostrarme que ese lugar era para locos; nunca me creerían y no serviría de nada…
Me puse en pie, me levanté de la cama; aunque aún quedaban unas horas para que el bus viniera a recogerme e irme de mi casa durante mucho tiempo; demasiado… Miré con añoranza mi habitación. La contemplé, me quedé mirando la cama, deshecha; hoy sentía que sería la última vez que la vería como hoy… Contemplé la estantería; miles de libros la llenaban… Los miré con añoranza, como si fueran a desaparecer… Abrí el armario; vacío, excepto por el uniforme, que aún estaba ahí… Toda la ropa ya estaba en la maleta. Cogí el uniforme, una falda por encima de las rodillas, rayas negras la ceñían en un estampado verde esmeralda; hermosa, demasiado hermosa para una niña como… yo. Y la camiseta, esa camiseta de manga corta; también verde esmeralda, con un escudo negro en la parte del pecho en el cual ponía: Sol de Medianoche. Y una chaqueta de manga larga; negra, perfecta.
Me vestí, y aunque parecía increíble, me quedaba bien… No exactamente perfecta, pero sí lo suficiente para sentirme a gusto. Me miré en el espejo, una y otra vez, me parecía imposible que esa chica que se reflejaba en el espejo era yo… Volví a mirarme por última vez, me hice una sonrisa corta y me fui al baño para peinarme. Observé fijamente mi pelo, ese pelo rubio que recorría toda mi espalda… Lo peiné con delicadeza, como si fuera muy importante para mí… Observé mis ondulaciones; cogí una goma del pelo y me retiré el flequillo, haciéndome una coleta de la parte superior del pelo… Dejando que una ondulación del flequillo recorriera mi cara. Cogí mi neceser para poner el cepillo de dientes, el espejo, unas cuantas pinzas de pelo y gomas y el peine. Una vez dentro del neceser, lo metí en la maleta. Bajé las escaleras y me fui hacia la cocina… No tenía mucha hambre, pensar que tenía que volver a Sol de Medianoche me quitaba el apetito… Pero, tenía que comer algo, así que cogí una rebanada de pan y le puse un poco de jamón. Me la comí sin gana; al terminar, volví de nuevo al baño para lavarme los dientes y bajé de nuevo al comedor, quería contemplarlo por última vez… Pero, vi a mi madre, estaba llorando, mirando el álbum de fotos de cuándo yo era pequeña… Me acerqué a ella con sigilo y le di un abrazo.
-No llores –le susurré quitándole el pelo de la oreja. -. Sé que me voy dentro de unas horas y no me volverás a ver hasta vacaciones… Pero, aprenderé muchas cosas; lo prometo.
Hizo una sonrisa corta, esas sonrisas que se saben que no son de verdad.
-Sé que aprenderás muchas cosas… Pero, te voy ha echar de menos, estarás tan lejos, sé que ya debería de estar acostumbrada de verte ir a ese internado… Pero aún así mis lágrimas recorren mi rostro… Estoy bien y aunque digas que ese internado es de “locos” averiguarás que hay algo que tiene sentido ahí adentro que cmpartes cosas en común con más gente aunque no lo creas…
Hablaba como si supiera lo que vivía, como si hubiera algo de verdad que tenía en común con esa gente.
-Lo sé, pero… Es tan difícil, tan raro pensar eso… Pero, aunque cueste, me acostumbraré, porqué sé que puedo con ellos. –dije, sabía que mentía, sabía que en realidad eso no pasaría… Pero, debía de pensar en positivo o al menos para animar a mi madre. Así que le demostré una sonrisa, de esas que parecen de verdad aunque no lo son; y la abracé, la abracé como si fuera lo último que me quedará…
Vi a alguien bajar los escalones, era Phill, el novio de mi madre… Mis padres estaban separados, mi padre vivía al norte de Inglaterra, en una casa alejada de la ciudad y con pocos vecinos. En Escocia, un lugar hermoso. En cambio, mi madre, Phill y yo vivíamos en Londres, un lugar demasiado habitado, que solo veía en vacaciones… Porqué en Sol de Medianoche, todo era distinto, todo era bosque, hermoso también, pero estaba claro que no era un lugar diseñado para mí.
Me levanté del sofá y fui a abrazar a Phill. Phill y yo habíamos congeniado muy bien estos últimos años… Le había cogido mucho cariño, era perfecto, muchas veces entendía porqué mi madre estaba enamorada de él, porqué aunque no sabía como, siempre entendía las cosas, aunque fuera lo más raro del mundo, se paraba a escuchar y te miraba como si le importase de verdad, y después, te daba su opinión. De verdad, era perfecto…
-Te echaré mucho de menos Blanca. –dijo, una lágrima recorría mi rostro. Tal vez era porqué, alejarme de ellos y volver a ese lugar me ponía mal… Pero me la sequé rápidamente para que no se dieran cuenta… Ahora no podía dar marcha atrás, y si este año volvía era porqué quería afrontar mis problemas; y, a pesar de todo, también había hecho amigos.
-Yo también. –dije separándome de él delicadamente. Le miré a los ojos, esos ojos azules que alumbraban cualquier cosa… Le hice una sonrisa amplia y fuimos caminando hacia mi madre. La contemplé con cariño, y le di un beso, la abracé muy fuerte, como si fuera el último día para verle… Aunque para mí eso era cierto, porqué estar tres meses en Sol de Medianoche, era como estar dos años seguidos, sin vacaciones, sin poder ver la luz del sol autentica… Pero; también era divertido pasear por la plaza del pueblo e ir al bosque. Mientras nadie se enterara…
Subí las escaleras, hice la cama con añoranza, sentí como unas cuantas lágrimas recorrían de nuevo mi rostro, no me las quité, dejé que llorara… Me tumbé en la cama y abrí una libreta que tenía desde el curso pasado… Estaba llena de frases, frases de amor, de desamor, de pena, de soledad… De todo tipo, me encantaba escribir frases… Pero nadie del internado lo sabía, era un secreto que guardaba y pensaba guardarlo… Miré la última frase, la leí:
Como decir… Como comenzar… ¿Alguna vez has sentido que todo es diferente? ¿Qué no encajas en este lugar? ¿Y qué por mucho que lo intentes no encuentras escapatoria? Yo sí, he sentido el rechazo de la gente, las lágrimas recorriendo mi rostro por creer que estaba loca; por creer que ellos tenían razón… He sentido la soledad en mi cuerpo, he sentido estar loca… Pero… ¿alguna vez no pensaste que puede que los locos sean ellos y no tú? Yo sí, lo he pensado, pero me he reído de mí… Ellos tan perfectos, y yo… yo tan simple y tan miserable. He creído salir de esa sensación… Pero cuando lo consigo, siempre hay algo o alguien me hace volver a recordar esa sensación de soledad… Y aunque miles de lágrimas recorran mi ser, nadie me las secará.
Al terminar de leerlo, me di cuenta de nuevo esa sensación, pero… Sabía que no estaba sola… Jane me prometió que volvería, ella era quien me comprendía, simplemente, porqué yo sabía como se sentía, a pesar de tener miedo a decir lo que sentía, a no confiar con la gente… Lo había hecho conmigo, había sido capaz de contármelo… Pensó que me reiría de ella. Pero no, no lo hice, simplemente; porqué ella pasaba lo mismo que yo.
Aunque fuera verdad lo que sentía, no le quise dar importancia… Esta vez no, esta vez no dejaría que el miedo me poseyera y me consumiera como hizo antes. Esta vez sería capaz de afrontar los miedos y volver a ese lugar… Volver a esa sensación y decir: -¡No! -. Así que me levanté de la cama, me sequé las lágrimas y cogí la maleta y la puse en pie. Me dirigí hacia la mesilla de noche y cogí el móvil, me lo metí en el bolsillo y cogí el asa de la maleta. Miré de nuevo mi habitación; y antes de que me volvieran a caer las lágrimas, cerré la puerta y bajé las escaleras. Phill y mi madre estaban cogidos de la mano, mi madre tenía su cabeza apoyada en su hombro. Las lágrimas le caían, pero Phill se las secaba… Eran tan… perfectos y yo tan… simple. Suspiré para mi misma y les di un abrazo, el abrazo fuerte de cada año…
Phill se separó de nosotras y se fue hacia la puerta. Mi madre y yo nos quedamos abrazándonos… Pero, un claxon sonó desde fuera. Era el autobús, así que me separé de ella, Phill abrió la puerta, y salí, miré hacia atrás, estaban ahí, esperando a que me fuera, mi madre lloraba… Pero, no volví a mirar hacia atrás, porqué eso me hacía recordar que no quería ir a ese sitio… Así que, me puse enfrente de la puerta del bus, el conductor las abrió de par en par. Le miré a los ojos, le hice una sonrisa corta, y me adentré al interior. Mucha gente perfecta estaba en el interior, pocos eran como… yo. Pero solo me limité a buscar a Jane, la encontré, estaba leyendo… Como no, metida en los libros, en las historias… Me paré en frente suya, me miró, entonces, se separó del libro. Hizo una sonrisa enorme, y retiró su maleta mi asiento. Me senté y la abracé.
-Te he echado de menos. –me dijo. Escuchar eso me hacía feliz… Recordaba que eso era una de las cosas que sabía que valía la pena estar ahí.